La Hormiga Díaz
Nació en Barrancas, provincia de Santa Fe el 26 de febrero de 1965 aunque desde chico se mudó junto a su padre a Sartre.
Su carrera como futbolista comenzó en Rosario Central donde hizo las divisiones inferiores. Su debut con el equipo «Canalla se produjo el 10 de noviembre de 1985 por la fecha 39 del Torneo de Primera B, contra Tigre. El partido terminó 0-1. El Director Técnico era Pedro Marchetta. Con él en el plantel y el mismo dt los rosarinos se quedaron con el campeonato y el ascenso a Primera.
En 1986 pasa a Los Andes para jugar el Apertura de Primera B, donde no tuvo mucha participación por lo cual en junio regresa a Rosario Central, donde tendría su debut en primera el 13 de julio de 1986 en un partido que el conjunto rosarino enfrentó a San Lorenzo en la cancha de los primos. El partido terminó empatado en uno.
En 1987 tuvo un gran año, ya que gana con Central el Campeonato 1986-87; el 10 de junio gracias a la convocatoria de Carlos Salvador Bilardo, debuta en la Selección Argentina, en un partido frente a Italia (1-3), jugado en Zurich; también participó en la Copa América disputada en Argentina.
Más tarde y por lo hecho en su paso por Central, llega a Núñez, lo hizo debutar en la primera Reinaldo «Mostaza» Merlo el 23 de agosto de 1989 contra Newell’s, el clásico rival de su ex equipo. Al principio se le complicó porque era un jugador con mucha garra, mucha fuerza y poco de buen juego, a tal punto que la gente lo resistía, porque no era de esos hombres exquisitos a los que la historia del club estaba acostumbrada.
«La Hormiga», como lo llamaban, en un partido contra Deportivo Mandiyú de Corrientes, tuvo un altercado con la Platea General Belgrano. A Hernán le tocó hacer el único gol del 1-0 ante aquel equipo y en el festejo fue hacia la Platea a hacer una serie de gestos inadecuados, de los cuales más tarde se arrepintió. Desde este hecho, y acompañado por las buenas actuaciones la gente comenzó a conocer la personalidad del jugador y cambió los insultos por aplausos.
En 1990 gana junto a River su primer título, el Campeonato 1989/90, con Daniel Passarella como DT. Un año después, se quedaría con el Apertura 1991 aunque su mejor etapa sería en 1994.
El Millo tendría también una muy buen a temporada quedándose con dos títulos el Apertura 1993 que extrañamente terminó e jugarse en marzo del año siguiente y el Apertura 1994, de la mano de Américo Gallego. Como si fuera poco, le llegaría el llamado a la máxima cita de la Selección: la copa mundial.
Se jugó en Estados Unidos y tuvo presencia en dos encuentros, contra Nigeria y Bulgaria.
En 1996 Hernán iba a seguir cosechando Campeonatos. Llegó Ramón Díaz como DT, reemplazando a Carlos Babington que había hecho pésimas campañas. River ese año ganó la Copa Libertadores el 26 de junio y también obtiene el Torneo Apertura. A esta altura de su carrera, ya lograba tener en
su haber seis Torneos, pero esto no iba a terminar, en 1997 se transformó en un símbolo del «River Multicampeón» de Ramón.
Ganó el Torneo Clausura, el Apertura y la Supercopa Sudamericana. También integró varias convocatorias en las Eliminatorias para el Mundial Francia ’98.
En 1999 al tener una muy mala relación con Ramón Díaz, se tuvo que alejar de River; fue transferido a préstamo a Colón para jugar por seis meses, pero antes de cumplirse el contrato River rescinde el préstamo y vuelve, ya que Ramón había renunciado y se concretaba la vuelta del «Tolo» Gallego, quién le había manifestado a los dirigentes que lo iba a tener en cuenta.
En su vuelta fue ovacionado por toda la gente «Millonaria»; logró ganar el Torneo Clausura 2000 para seguir engrosando su carrera.
Su último partido lo jugó el 10 de junio de 2001 contra Lanús en el Estadio Monumental. River perdió 2-1 y Hernán se retiró expulsado de la cancha a los 38 minutos del segundo tiempo.
Tres años después comenzaría una nueva etapa en su carrera profesional, tras haber colgado los botines, decide quedarse del otro lado de la línea de cal y se transforma en ayudante de Leonardo Astrada con quien ganaría el torneo Clausura 2004.
Por: Luciana Contreras